"Haznos saber qué debemos responderle, pues debido a nuestra oscuridad no tenemos argumentos." (libro de Job)
Hay palabras que se me quedan atrapadas en la garganta.
Palabras que me ahogan.
No sé qué responder porque las palabras están desordenadas, como las de un ebrio que vaga sin rumbo susurrando lo que ni él mismo comprende.
¿Cómo argumentar con Dios?
¿Cómo llegar hasta su oído y lograr una respuesta?
La ignorancia impide que ordene las ideas, van de una frase a otra, a veces lineales, a veces en círculos concéntricos, buscan la salida pero el camino tiene múltiples obstáculos, los prejuicios, los traumas, las humillaciones, los agravios, los miedos, las ofensas.
¿Puede desasirse de todo lo que ata al ser humano para presentarse sin mancha delante de Su majestad sin correr el riesgo de ser consumido por el fuego abrasador?
¿Por qué arriesgarse a ofender sin razones válidas?
Hoy murió una chica.
Eso.
Simplemente una mujer adicta que fue atacada en una madrugada de las largas fiestas patrias. Que viva la patria que muere, vamos a ver, vamos a ver.
Y las palabras me ahogan hasta convertirse en puñales, en lucha, en acero, en lágrimas, al fin, siempre vuelven los ojos a salvar el estallido del corazón.
La pena turba un poco, disculpen.