Me late que somos pesimistas.
Si no, díganme qué significan esas objeciones que circulan en los medios contra la propuesta del Ministerio de Educación de crear un Maletín Literario -una especie de Biblioteca básica - para hogares de escasos recursos.
"A través de la
Dibam queremos que 400 mil familias, de aquí al término del gobierno, cuenten con biblioteca básica, tanto en literatura chilena como en literatura universal", explicó la Ministra de Educación
Yasna Provoste.Las declaraciones van y vienen.
"Las editoriales estiman improvisada esta iniciativa, por la indefinición de algunos puntos esenciales, el apresuramiento del llamado a licitación, la falta de claridad en los procedimientos y en los propósitos finales. La soltura con que se adoptan cambios parece confirmar que la propuesta inicial no fue suficientemente afinada."
"
Algunos han dicho que la gente no necesita esos libros, que no sabrán ocuparlos, que es dinero botado o es propaganda; "incluso se ha llegado al extremo de decir que venderán los libros para comprar droga".
"La llamada a la creación del maletín es pobre."
(José Manuel Zañartu.)
"Frente a una crisis tan grande de lectura en Chile, todos los métodos son buenos. Igual creo que habría que eliminar el IVA al libro, los estudiantes deberían tener un carnet de rebaja para comprarlos, hacer bibliotecas acogedoras y programas de fomento. El maletín no es malo, pero debiera ser una maleta, o mejor un container".
(Rafael Gumucio)
Lo que ellos van a hacer es tomar los libros e ir a venderlos a las librerías de la calle San Diego y con el dinero obtenido comprar té,
(Herman Bustos.)
"Caben muchos conceptos dentro de un maletín: improvisación, demagogia, intereses exacerbados, negocio, imagen, codicia, descoordinación, apresuramiento. Nos referimos a la iniciativa del Ministerio de Educación de entregar un maletín literario a 400.000 familias de escasos recursos, postergada por acción de los gremios de editores que reclamaron respecto de la confusa y acelerada convocatoria a licitación." (Diego Muñoz.)
En fin, suspicacia por todos lados. Temor a nuevas formas de corrupción. Poca o nada confianza en los "más pobres", que todo lo venden para quizás qué oscuros propósitos, comer, por ejemplo.
Es tan natural entre nosotros pensar mal que ya nos hemos olvidado de pensar bien.
¿Tan imprudente es que los "pobres" tengan acceso a algún libro?
Si llegan a pensar ¿se volverán intelectuales y eso es una amenaza para la élite que ya existe? ¿Tanta lectura les subirá los humos a la cabeza y querrán ser candidatos a algo?
¿O tal vez quieran escribir sus memorias "de pobres" y vendrán a poner en peligro la comodidad que se ha instalado en nuestras ciudades?
¿Cuál es el problema?
La plata, siempre la plata vil, el dinero que no se emplea para esto, aquello o lo de más allá. Varios millones tienen el poder de descomponer el ánimo de los chilenos y chilenas, en especial si se gastan en seres menores, en vidas mínimas que casi, oye, no "apreciarán tamaño obsequio".
Particularmente creo que ningún dinero empleado en libros es un despilfarro. Menos con los impuestos vergonzosos que son sobrecargados los libros, la escasez de bibliotecas decentes, muchos chicos tienen que andar leyendo de prestado, las mamás comprando libros empolvados en la feria, o como yo que, aun gozando algunos billetes extra, tengo que hacerlos rendir en librerías de remate, porque esas elegantes de Providencia para arriba son inaccesibles, a menos que coloquen una buena oferta, los "días R" o algo parecido.
¿Cuándo un pobre va a disfrutar siquiera un libro de buen empaste, papel Biblia, nuevito y olorosito? Sólo de regalo, sin duda.
Síp, tal vez los vendan, se los fumen, los en fin, cualquier cosa. ¿Por qué, además de humillarlos tenemos que dudar de su cordura de cómo usarán el obsequio? ¿Sólo porque les hemos hecho un regalo también tenemos que hacerles un seguimiento policial no sea cosa que empleen mal nuestra sagrada inversión?
Estamos enfermos de soberbia.
Yo creo que es porque no leemos.
Sí, definitivamente.
Si leyéramos un buen poema de Teillier, Mistral o Neruda; si concienzudamente y no para presumir, nos sentáramos en una biblioteca pública a hurgar en los antiguos libros que contiene, o abriéramos de vez en cuando la Biblia que sirve de adorno en la estantería, no pensaríamos mal, por el contrario, podríamos aprender a ver más allá de nuestra puerta, más allá de nuestra vereda, más allá de nuestra calle, más allá de nuestra ciudad, y tal vez nos daríamos cuenta que más pobres somos porque no leemos que por no tener dinero, cuestión que al fin de cuentas se adquiere puro trabajando.