En la estación Carlos Valdovinos suena el alto-parlante pidiendo paciencia por el retraso. El sol invernal ilumina todo el carro, estamos suspendidos como en la Rueda de Chicago, solo tenemos que quedarnos quietos y esperar.
Como ya se ha hecho habitual, el Metro en lugar de detenerse para que las personas suban y bajen, tiene tiempos más largos de espera lo que causa gestos de desagrado entre los pasajeros, muchos miran el reloj y piensan en la excusa que darán al jefe o los descuentos a fin de mes por atraso.
Esta vez no es diferente.
Miro por la ventana y veo en el andén de enfrente a un hombre que habla solo inclinado sobre sus manos.
¿Estará rezando?
¿Está cantando?
No, no tiene audífonos.
Habla y sonríe a sus manos. Luego da un beso a la palma de una de ellas y es en ese momento que logro ver un adminículo mínimo, su celular.
Se para y aborda el carro que entra a la estación
En un pasado no tan lejano, los que hablaban solos en la calle se les llamaba locos.
Ahora son "conectados", "comunicados" o simplemente "modernos".
Cosas de la tecnología que ni Julio Verne se imaginó.
(esta foto del Metro gracias a fernando meza, periodismo global)
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1 comentario:
Tengo una amiga que sí dice sus pensamientos en voz alta. De loca, nada, ella tiene conciencia de su manía y se avergüenza, y me dijo justo algo al respecto: que cuando le pasaba en la calle y se daban cuenta se hacía la que hablaba por celular.
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